sábado, 20 de mayo de 2017

Félix desecha el evangelio

Lección: Hechos 24:22-27
Texto: Mateo 13:22
Domingo 21 de Mayo 2017
INTRODUCCIÓN:
 Hay un dicho mundano que dice: “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. Puesto que el mañana no lo conocemos, ni siquiera podemos asegurar si estaremos con vida o en condiciones de poder realizar lo que dejamos en espera (Santiago 4:13-15). Es lo que hizo Félix y su mujer, y es lo que hacen también millones de seres humanos que posponen para otro día su decisión de aceptar a Cristo, y la muerte les ha sorprendidos y ya no hay lugar para otra oportunidad.
DESARROLLO: 
V. 22 Félix, habiendo oído a los acusadores y a Pablo mismo, y estando él bien informado de este Camino, por todos los años que tenía como gobernador en Jerusalén, había también aprendido muchas cosas acerca de los judíos y del judaísmo, y eso le permitió discernir entre las acusaciones de los judíos y las palabras de Pablo, y así darse cuenta que todo se circunscribía a cuestiones religiosas, y nada tenía que ver contra alguna amenaza a la autoridad y gobierno romano. Por lo tanto, tomó la decisión de aplazar este caso hasta la venida del tribuno Lisias. Talvez como una manera de desanimar a los judíos, y dejaran de insistir en este juicio contra Pablo, que para Félix no era más que una pérdida de tiempo.
V. 23 Pero, para no desagradar del todo a los judíos y como astuto político mandó al centurión dejar preso a Pablo pero con ciertas libertades como por ejemplo poder recibir visitas. Así actúan los políticos y autoridades de este mundo (salvos algunas excepciones), cuando el asunto para ellos no les incumbe, mayormente “cortan por lo sano”, o sea, querer dejar contentos a todas las partes involucradas. Pareciera que Pablo fuera un juguete en las manos de estos hombres, pero la verdad es que es al revés, Dios los está utilizando a ellos para el engrandecimiento del evangelio y para la gloria de su Nombre.
V. 24 Después de algunos días, fue Félix a ver a Pablo, acompañado de su mujer llamada Drusila, con la cual vivía en concubinato. Era hija de Agripa I; por tanto, bisnieta de Herodes el grande y hermana de Agripa II y de Berenice. Había nacido el año 38 poco después de la conversión de Pablo. El proceso actual de Pablo se lleva a cabo con la mayor probabilidad, en el año 57. Así que Drusila tiene escasos 19 años y ya ha sido arrebatada por Félix, y, por llevar sangre judía, estaría interesada en conocer lo que predicaba este judío, aunque era tenido por hereje por el Sanedrín. Pablo aprovecha la oportunidad para predicarles el evangelio de Jesucristo, por cuanto, todo hombre debe de oírlo, crea o no, pero quedará responsable ante Dios.
V. 25 El Evangelio de Cristo, no solo contiene la fe en el Cristo resucitado, sino también la justicia, el dominio propio (donde va incluido la castidad conyugal) y el juicio venidero. Cuando Félix y su mujer oyeron estas tres últimas exposiciones de Pablo se llenaron de terror ya que estas cosas les atañían. La reacción de este hombre es la de uno que tiene mala conciencia, sabe que está viviendo en pecado, que no ha actuado en justicia en su cargo y que muy íntimamente sabe que tendrá que rendir cuenta un día ante Dios. La verdad es que siente miedo ante las palabras de Pablo llenas de la unción del Espíritu Santo. La Palabra de Dios es “viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12).
Pablo, no hace acepción de personas cuando predica, no por estar frente al gobernador él iba a suavizar sus palabras, lejos estaba de él agradar a los hombres. Pablo dijo “Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gálatas 1:10). Cuantos predicadores, hoy día temen el ser claro y directo en la predicación de la Palabra para no ofender a sus oyentes, para que no se vayan de su iglesia o quizás dejen de apoyar la obra económicamente. Líbrenos el Señor de ello y prediquemos el Evangelio con toda libertad.
La respuesta de Félix frente a la Palabra de Dios con la cual estaba siendo escudriñado fue “vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré”. Sintió, su conciencia le acusaba de su mal vivir, pero no fue suficiente para que se arrepintiera y fuera perdonado en ese mismo momento. Que gran oportunidad se farreó Félix, como lo estará ahora lamentándose en el infierno, que pudo haber sido salvo, que aquel preso llamado Pablo, acusado de hereje por los judíos le había hablado la verdad, le había presentado el camino a la vida eterna y lo rechazó. Es la historia de muchos que se han perdido, que se están perdiendo ahora mismo y lamentablemente se seguirán perdiéndose.
V. 26 Este versículo, nos dice claramente que el dinero era su “dios”. Estaba acostumbrado a recibir cohecho de los presos para dejarlos en libertad. Félix pensaba que Pablo también lo iba hacer, pero se equivocó, porque después de llamarlo ante él varias veces, Pablo no soltó ni un peso. El apóstol sabía muy bien que él estaba en las manos de Dios, y que su libertad no dependía de hombres ni de dinero, sino de Dios.
Félix prefirió el dinero que su salvación eterna. Esto nos recuerda la historia del joven rico que vino a Jesús a preguntarle “que debía hacer para alcanzar la vida eterna”, luego que Jesús le respondió que “vendiera todo lo que tenía y se lo diera a los pobres, y tendría tesoros en los cielos…” este joven desentendió el consejo del Señor y se fue triste antes que desprenderse de su dinero.
V. 27 Al cabo de dos años (59 o 60 d.C.) recibió Félix por sucesor a Porcio Festo, como lo sabemos por la historia, Félix fue destituido de su cargo, ante las fuertes acusaciones que los judíos presentaron contra él. Así se explica mejor que dejase preso a Pablo queriendo congraciarse con los judíos. Pero esta astucia de Félix no logró ganarse a los judíos que lo acusaban como lo señala la historia. Vergonzosa fue la salida de Félix como procurador romano. Salió con las manos vacías, humillado, pero lo más triste, sin Cristo en su corazón, pudiendo haberlo recibido.
CONCLUSIÓN: 

Félix, tuvo a Pablo frente a él quien le predicó el Evangelio y no quiso creer, que terrible, pero Poncio Pilato, tuvo a Cristo en persona, quien le predicó y tampoco quiso creer. Nos preguntamos ¿y nosotros como pudimos creer? Porque quienes nos predicaron fueron humildes hombres. La respuesta es (y no hay otra) que solo fue la gracia soberana del Señor. No lo puedo entender pero sé que Él me salvó. No desechemos a nadie, a todos hay que predicarles el Evangelio, solo Cristo puede salvar. Amén