Lección: Hechos 26: 1-11
Texto: Colosenses 1:26-27
Domingo 11 de Junio de 2017
Texto: Colosenses 1:26-27
Domingo 11 de Junio de 2017
INTRODUCCION:
Cuando Agripa le concedió al prisionero el permiso para hablar por sí mismo; Pablo no perdió la oportunidad de hablar ante un rey judío, un procurador romano, los hombres principales de la ciudad y los comandantes de las tropas. Extendiendo la mano, comenzó su defensa (esto era un gesto común al comienzo de un discurso), esta es la quinta de las defensas (compárese con Hechos 22:1-21; 22:30-23:10; 24:10-21; 25:1-12 y 28:17-19) de Pablo ante autoridades judías y gobernantes, representantes del imperio romano, por creer en Jesús y en el poder de su resurrección.
DESARROLLO:
Con toda libertad y sin cargos de conciencia Pablo expone: “Me tengo por dichoso, oh rey Agripa de que haya de defenderme hoy delante de ti”… (v. 2). “Mayormente porque tú conoces todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos” (Recordemos que Agripa ll, desciende de la familia de Herodes que en el pasado fueron Idumeos quienes al ser vencidos por Juan Hircano en el año 125 a.C. les fue impuesto la circuncisión y el judaísmo por lo que formalmente quedaron asimilados oficialmente como judíos). Este Agripa comenzó a reinar el año 48 d.C., al reemplazar a un pariente suyo, el rey de Calcis. En el año 53 se puso bajo su jurisdicción las antiguas tetrarquías de Filipo y Lisanias, esta última abarcaba una pequeña área del norte de Palestina y más adelante le añadieron algunas ciudades de Galilea y Perea; además, tenía a cargo las importantes funciones de contralor del tesoro del Templo de Jerusalén y de elegir al Sumo Sacerdote, esto le proporcionaba considerables influencias en los asuntos de esta nación.
Por lo anterior, Pablo confiaba que podía convencerlo de que su mensaje era el fiel cumplimiento de lo que los judíos esperaban, y le ruega que escuche su exposición con paciencia.
Mi vida pues, desde mi juventud la conocen los todos los judíos, pues he sido educado en mi nación, en Jerusalén, además bajo las normas de la “más rigurosa secta”, es decir viví como fariseo (Filipenses 3:5), lo mismo había declarado en Hechos 22:3 y 23:6. No había sido iletrado pescador como la mayoría de los apóstoles, sino educado en la más exquisita escuela de los fariseos y por tanto bien instruido en La Ley.
“Y ahora por la esperanza de la promesa que Dios hizo a nuestros padres soy llamado a juicio” (v. 6). La doctrina de la resurrección era medular en la fe de los fariseos, la promesa hecha a los padres estaba ligada a una esperanza de resurrección, y precisamente por causa de esta misma esperanza que los fariseos mantenían, se hallaba Pablo acusado por los de su nación. Es una esperanza mesiánica como está indicado en el v. 7 “Promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus”. Dios les había prometido que serían una gran nación, que tendrían su propia tierra y se les daría un reino eterno. Si los padres a quienes el Señor Dios les dio un “pacto” y ellos (Abraham, Isaac, Jacob, David, Salomón) murieron sin ver el cumplimiento de esta promesa y este pacto; ¿Significa esto que Dios no iba a cumplir con toda certeza lo prometido? ¿De qué manera lo haría para ser efectivo? ¡Resucitándoles de los muertos! ; Pero, para eso tendría que aparecer el Mesías que esperaban los judíos, quien conforme a muchos pasajes escriturales, debía pasar por muerte, luego, levantarse de allí y traer resurrección a los que creyesen en él. Todo esto comenzó a cumplirse, lo que muchos no entendían era que, Jesús era el Mesías, y ya había muerto y se había levantado de la sepultura por eso la exclamación y posterior pregunta del v. 8 “¡Que! ¿Se juzga entre vosotros cosa imposible que Dios resucite a los muertos?”. Este versículo 8 debe ser relacionado con la gran verdad a la cual parece llevar todo el discurso, es decir, “Que el Cristo había de padecer, ser el primero de la resurrección de los muertos para anunciar luz al pueblo y los gentiles” (v. 23).
Pablo continua su exposición explicando que anteriormente el mismo había rechazado el plan divino “Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret” (v. 9), y con poderes de los principales sacerdotes hizo encarcelar a muchos de los cristianos, apoyando con su voto. Cuando alguno fue condenado a muerte, incluso en muchas sinagogas, les forzó a blasfemar para que renunciasen a su fe en Jesucristo, y enfurecidos contra ellos les persiguió, dijo, hasta en el extranjero. (v. 10-11).
Por lo anterior, Pablo confiaba que podía convencerlo de que su mensaje era el fiel cumplimiento de lo que los judíos esperaban, y le ruega que escuche su exposición con paciencia.
Mi vida pues, desde mi juventud la conocen los todos los judíos, pues he sido educado en mi nación, en Jerusalén, además bajo las normas de la “más rigurosa secta”, es decir viví como fariseo (Filipenses 3:5), lo mismo había declarado en Hechos 22:3 y 23:6. No había sido iletrado pescador como la mayoría de los apóstoles, sino educado en la más exquisita escuela de los fariseos y por tanto bien instruido en La Ley.
“Y ahora por la esperanza de la promesa que Dios hizo a nuestros padres soy llamado a juicio” (v. 6). La doctrina de la resurrección era medular en la fe de los fariseos, la promesa hecha a los padres estaba ligada a una esperanza de resurrección, y precisamente por causa de esta misma esperanza que los fariseos mantenían, se hallaba Pablo acusado por los de su nación. Es una esperanza mesiánica como está indicado en el v. 7 “Promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus”. Dios les había prometido que serían una gran nación, que tendrían su propia tierra y se les daría un reino eterno. Si los padres a quienes el Señor Dios les dio un “pacto” y ellos (Abraham, Isaac, Jacob, David, Salomón) murieron sin ver el cumplimiento de esta promesa y este pacto; ¿Significa esto que Dios no iba a cumplir con toda certeza lo prometido? ¿De qué manera lo haría para ser efectivo? ¡Resucitándoles de los muertos! ; Pero, para eso tendría que aparecer el Mesías que esperaban los judíos, quien conforme a muchos pasajes escriturales, debía pasar por muerte, luego, levantarse de allí y traer resurrección a los que creyesen en él. Todo esto comenzó a cumplirse, lo que muchos no entendían era que, Jesús era el Mesías, y ya había muerto y se había levantado de la sepultura por eso la exclamación y posterior pregunta del v. 8 “¡Que! ¿Se juzga entre vosotros cosa imposible que Dios resucite a los muertos?”. Este versículo 8 debe ser relacionado con la gran verdad a la cual parece llevar todo el discurso, es decir, “Que el Cristo había de padecer, ser el primero de la resurrección de los muertos para anunciar luz al pueblo y los gentiles” (v. 23).
Pablo continua su exposición explicando que anteriormente el mismo había rechazado el plan divino “Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret” (v. 9), y con poderes de los principales sacerdotes hizo encarcelar a muchos de los cristianos, apoyando con su voto. Cuando alguno fue condenado a muerte, incluso en muchas sinagogas, les forzó a blasfemar para que renunciasen a su fe en Jesucristo, y enfurecidos contra ellos les persiguió, dijo, hasta en el extranjero. (v. 10-11).
CONCLUSION:
Pablo, frente a tan distinguidas personalidades encadenado como un malhechor (que contraste, el engrillado y los otros llenos de pompa), usa la ocasión brindada para defender y presentar los argumentos de su fe, “misterio que había estado oculto desde los siglos y edades pero que ahora ha sido manifestado” (Colosenses 1: 26), con la muerte y resurrección de Jesucristo de entre los muertos, lo cual no era ningún delito para los Judíos, ni tampoco para las autoridades romanas. Su fe y testimonio de vida debe ser imitado por todos nosotros los creyentes en el Dios vivo.
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