lunes, 14 de agosto de 2017

Prisionero con privilegios

Lección: Hechos 28:24-31
Texto: Romanos 11:25
Domingo 13 de Agosto 2017
INTRODUCCIÓN: 
En esta última lección de los Hechos de los Apóstoles, veremos a Pablo testificando a los judíos de Roma, acerca de la salvación, como también el repudio a aquellos que rechazan el evangelio, y sentencia que predicará a los gentiles, pues ellos sí que le oirán. Está detenido, pero, la apalabra de Dios no está presa.
DESARROLLO: 
Pablo, está detenido en una casa de alquiler con ciertos privilegios (pues recibía libremente a los que venían a él v. 30). Y un día señalado (v. 23), vinieron muchos (judíos) a visitarle donde se encontraba, y éste testificando y persuadiendo por las Escrituras les exponía que Jesús era el Mesías y rey que la nación esperaba. “Y algunos asentían a lo que se decía, pero otros no creían (v. 24); Podía esperarse que la argumentación de los Escritos Sagrados produjese el efecto deseado en la concurrencia. En parte se logró, pero, otros como ocurrió tantas veces en sus viajes, se niegan a creer. Estos indecisos se ponen a discutir y “como no estuviesen de acuerdo entre sí” (v. 25), cabe mencionar aquí que siempre la palabra de la cruz trae división (por la dureza del corazón del hombre). Al ver tal desacuerdo, Pablo recurre a una cita de Isaías, así como había presentado a Jesús como el Mesías, por las Escrituras, del mismo modo, recurre a uno de los profetas para descubrir lo duro de cerviz que muchos eran. Les repite lo dicho por Isaías; “Ve a este pueblo, y diles: de oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis; Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyeron pesadamente, y sus ojos han cerrado, para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan de corazón, y se conviertan, y yo los sane” (v. 26-27) Esta es una repetición de Isaías 6:9-10 (otras cinco veces la encontramos o textual o una parte de ella en, Isaías 43:8; Mateo 13:14- 15; Marcos 4:12; Lucas 8:10; Juan 12:40).
Es un mensaje fuerte, de reprobación, contra un pueblo duro de cerviz y resistente al Espíritu Santo, como en los días de Esteban (7:51). Sin embargo, por lo que vemos en Isaías 6:13, como también en Romanos 11:25-27, tal reprobación no es definitiva, sino por un tiempo hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles.
En vista del rechazo de los judíos Pablo anuncia que iba a llevar el evangelio a los gentiles “y ellos oirán” (v. 28) (Ver Hechos 13:46; 18:6; 19:9; 22:21; 26:20; compárese con Mateo 21:41-43).
Los judíos se retiraron discutiendo entre ellos, “Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa de alquilada” (v. 30). En ese tiempo escribió lo que se conoce como “las epístolas de la prisión” o “cartas de la cautividad” que son Efesios, Filipenses y Colosenses, asimismo la carta personal a Filemón. “Y recibía a todos los que a él venían”. Entre otros, estuvieron con él, Epafrodito (Filipenses 2:25); Timoteo (Filipenses 1:1; Colosenses 1:1; Filemón 1:1); Onésimo (Colosenses 4:9); Marcos (Colosenses 4:10); Lucas (Filemón 1:24); Tíquico (Efesios 6:21); Aristarco (Colosenses 4:10).
Concluye el Libro de los Hechos de los Apóstoles con el versículo 31 de este capítulo 28 “Predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento”.
Cuando Pablo estuvo anunciando el evangelio en sus tres viajes, él fue estorbado muchas veces, en muchos lugares, pero aquí en Roma no fue así, aunque era prisionero predicaba en presencia de los soldados “abiertamente y sin impedimentos”; por lo que vemos en lo escrito a Filemón “Te ruego por mi hijo Onésimo a quien engendre en mis prisiones” (v. 10) o, a los Filipenses “Mis prisiones se ha hecho patentes en Cristo en todo el pretorio y a todos los demás” (1:13), o, al término de esta epístola (Filipenses) “Todos los santos os saludan y especialmente los de la casa de Cesar” (4:22).
Lucas termina abruptamente este libro y no dice nada acerca de Pablo en cuanto a su libertad, o condenación. Hay quienes piensan que ese no era el propósito del escritor; pues al comenzar su relato nos dio un plan de Hechos cuando al exponer que Jesús les dice a sus seguidores “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). La historia ha terminado. Comenzó en Jerusalén casi 30 años atrás y ha finalizado en la capital del mundo de esos años, Roma. Por lo que el evangelio ha alcanzado el centro del mundo y se puede proclamar libremente hacia todo el mundo gentil, por lo que la tarea de Lucas se da por terminada.
CONCLUSION: 

Una gran parte de los judíos, endurecieron sus corazones para creer que Jesús era el Mesías prometido a través de las diferentes profecías del Antiguo Testamento, como dijo el profeta Isaías “Sus ojos han cerrado para que no vean y oigan con sus oídos”, sino que también, distorsionando lo escrito, esperaban un libertador político militar que derrocaría al invasor romano y restauraría el reino a un descendiente de David. Su endurecimiento ha permitido que nosotros, el pueblo gentil, ajenos a estas verdades, pudiésemos entrar a esta salvación tan preciada, y una vez que entre la plenitud de los gentiles, Israel será salvo (Romanos 11:25-26).
Aunque el libro de los Hechos nos presenta lo que el Espíritu Santo ha realizado, extendiendo el evangelio de Jerusalén hacia el mundo gentil, no podemos dejar de comentar algo que a una gran mayoría llamaría la atención, respecto al apóstol Pablo; Lo que la tradición dice es que liberaron a Pablo después de los dos años de arresto domiciliario en Roma (año 62 o 63 d.C.), y emprende un cuarto viaje pasando por Colosas y Efeso (Filemón 1:22); Macedonia (1 Timoteo 1:3; Filipenses 1:25; 2:24); Efeso (1 Timoteo 3:14); España (Romanos 15:24); Creta (Tito 1:5); Corinto (2 Timoteo 4:20); Mileto 2 Timoteo 4:20) Nicópolis (Tito 3:12). No se sabe dónde fue arrestado, entre el año 63 y 66 d.C. escribe 1 Timoteo y Tito, el año 67 d.C. 2 Timoteo. Muere decapitado según se cree el año 67 o 68 d.C.

lunes, 7 de agosto de 2017

Llegando y testificando en Roma

Lección: Hechos 28:11-23
Texto: Hechos 23:11
Domingo 06 de Agosto 2017
INTRODUCCION: 
El Señor le había dicho a Pablo lo siguiente: “Ten ánimo, Pablo como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma”. Dios le había guardado en medio de un gran temporal, permaneciendo varios días en la isla donde se salvaron, ahora va a iniciar el camino definitivo a Roma donde el Señor le necesita.
DESARROLLO:
 Han pasado tres meses desde que Pablo y sus compañeros de naufragio se encuentran en Malta, (a fines de Febrero o comienzos de Marzo año 60 de nuestra era), por lo que los momentos para la navegación son óptimos. Una nave alejandrina (otra de las tantas que integran la flota imperial que surcaba el Mediterráneo), está lista para zarpar después de haber invernado en la isla. Los naturales antes del zarpe, en gratitud a las sanidades realizadas por el Señor a través de Pablo, les cargaron con todo lo necesario para el viaje.
La enseña de la nave era Castor y Pólux, los hijos gemelos de Júpiter (gr. Zeus padre de los dioses), que según la mitología griega protegían a los marineros. Una vez que abandonaron la isla se dirigieron a Siracusa (a 130 kilómetros de distancia de Malta) donde estuvieron tres días (v. 12). En ese tiempo, esa ciudad y puerto, era la capital de la isla de Sicilia. Después de tres días de viaje arribaron a Regio, un muelle en el extremo sur de la parte continental de Italia (en la punta de la bota). Se detuvieron un día allí, cuando llegaron mejores vientos, navegando entre los estrechos de Mesina que separan a Sicilia de la región continental, arribaron a Puteoli (a 290 kilómetros de Regio) el principal puerto de Roma y el más importante de Italia, así como el más usado por la flota que transportaba el grano egipcio. Este puerto, está ubicado en la bahía de Nápoles y cerca de Pompeya, hoy se le conoce como Pozziolli. Aquí, luego de tener un tiempo de comunión por siete días “fuimos a Roma” (v. 14). No se nos dice como supieron los hermanos de que Pablo iba camino a Roma, sin embargo, dos grupos encontró el apóstol de hermanos cristianos, con quien pudo compartir, el segundo grupo, emprendió viaje desde la capital para recibirle; el primero viajo cerca de 66 kilómetros hasta el Foro (mercado) de Apio, poblado mercantil sobre la vía de Apio y el segundo grupo camino cerca de 49 kilómetros hasta “Las Tres Tabernas”, estación de descanso y alimentación sobre esta vía.
Lejos de avergonzarse, el apóstol se sintió muy animado y fortalecido por estas demostraciones de amor de aquellos hermanos (Pablo ya había escrito la epístola a Los Romanos en la primavera del año 56 o 57 d.C.)
“Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar…”. Julio, el centurión a cargo, entregó los prisioneros a su superior (comandante o comandante de la guardia pretoriana), “pero a Pablo se le permitió vivir aparte”, él pagaba su propio alquiler (v. 30) bajo arresto domiciliario, tenía cadenas y estaba custodiado por un soldado (v 16; Filipenses 1:12-13).
Desde el versículo 17 en adelante Lucas nos presenta la sexta y última defensa de Pablo registrada en Los Hechos (Ver las anteriores en 22:1-21; 22:30 - 23:10; 24:10-21; 25:1-22 y 26:1-29).
“Aconteció que tres días después, Pablo convoco a los principales de los judíos” (Debido a que estaba preso no podía asistir a la sinagoga por eso los invita a su casa de alquiler donde estaba detenido) Aunque los judíos fueron expulsados de la capital por Claudio, ellos gozaban del pleno beneficio de tolerancia que distinguió al primer periodo del reinado de Nerón (quién reinó entre los años 54 al 68 d.C.) , y estaban establecidos en un número considerable con riquezas e influencia en Roma. Una vez reunidos, les explicó que aunque, “no había hecho nada contra el pueblo ni contra las costumbres de nuestros padres” (22:3; 24:14 y 26:4-5), pero igual fue entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos. Pablo no da detalles de cómo había sido entregado, los judíos no querían entregarle, más bien querían matarle. Él estuvo en manos de los romanos porque Claudio Lisias lo rescató cuando los judíos trataban de darle muerte (21:31-33; 22:27-30).
“Los cuales habiéndome examinado” (Félix, Festo, Agripa, 24: 8-27; 25:6; 26:31-32), “me querían soltar” (Festo y Agripa), “por no haber en mi ninguna causa de muerte”. Ningún magistrado romano de Judea le había condenado (compárese con 13:28). “Pero oponiéndose los judíos me vi obligado a apelar a Cesar (25:8-11). Pablo, se vio forzado, obligado a apelar a la máxima autoridad romana, pues era la única salida, sino sería entregado al Concilio y sometido al ataque de aquellos que querían verle muerto. “No porque tenga de que acusar a mi nación”, pudo haberlo hecho como ciudadano romano pero no lo hizo, pues también es judío y amaba a su nación.
“Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros” (v. 20), quería explicarles porque había sido aprendido, pues se suponía que ellos sabían algunas acusaciones contra él y quería refutarlas. “porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena”, por haber creído en la promesa del Mesías y su reino, como también en la resurrección de los muertos, promesa que comenzó a cumplirse en Cristo Jesús (13:32-33; 23:6; 24:15; 26:6-8).
Los principales de los judíos le dijeron: “Nosotros ni hemos recibido de Judea cartas acerca de ti” y ninguno de sus compatriotas judíos había traído informes acerca de él, sin embargo, dijeron “querríamos oír de ti lo que piensas”, porque sabían que la fe cristiana con la cual estaba asociado “en todas partes se habla contra ella”. Pablo y los judíos fijaron un día, donde vinieron muchos donde se hospedaba, y de la mañana hasta la tarde les persuadía por medio de La ley de Moisés y los profetas que Jesús era el Mesías tal como lo hizo el Maestro con los que iban a Emaús (Lucas 24:27).
CONCLUSION: 
Pablo, quería predicar en Roma y compartir con aquellos que tenían una común fe (Romanos 1:9-12). Les había escrito una carta sin conocerlos, ahora llega a la ciudad, después de sufrir injusticia, presidio, naufragio, pero Dios le ha concedido lo que él le habló de que era necesario testificar también en Roma. Como vemos, “todas las cosas le ayudaron a bien”. El caminar del verdadero creyente va acompañado de diversas vicisitudes, pero, al final, alcanzará los propósitos por el cual el Señor le llamó.