Lección: Romanos 2:17-24
Texto: Santiago 2:10
Domingo 01 Octubre de 2017
Texto: Santiago 2:10
Domingo 01 Octubre de 2017
INTRODUCCIÓN:
Una de las cosas con las que más tuvo que lidiar el Señor Jesucristo fue el orgullo espiritual de los líderes religiosos de su tiempo que ponían altos estándares de santidad a los demás, pero la realidad de sus propios actos no era acorde de lo que exigían a los demás, y este problema también lo aclara Pablo diciéndolos que no se justifican los que oyen la ley, sino los que la cumplen.
DESARROLLO:
Continuando Pablo con la exposición de la culpabilidad de todos los hombres delante de Dios, se preocupa en esta sección de reconocer los privilegios de Israel como un pueblo escogido, puesto que Dios había realizado en ellos una elección maravillosa, que no la comprendieron a cabalidad pues esa elección era para que a través de ellos bendecir a todos los pueblos de la tierra (Génesis 12:3).
El apóstol, les manifiesta además que tienen un nombre lleno de honor, y en el capítulo 9 de esta carta da a conocer las credenciales de este pueblo “Que son los israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos, amén”, pero, todo esto produjo en ellos un orgullo espiritual que se transformó en un gran mal para ellos, y Pablo lo confronta ya en el verso 1 de este capítulo, cuando menciona a los que juzgan equivocadamente en contraste con el justo juicio de Dios (2:2). Aquí él enfrenta a estos judíos, que se gloriaban de ser judíos con un sentimiento de superioridad, o santidad frente a los demás, y además, para ello se apoyaban en la ley, lo que les daba autoridad, pues ella era una institución divina, ya que Dios la reveló al pueblo. Lo que no se daban cuenta, era que al apoyarse en la ley, los hacía más responsables ante el creador, y además, ellos se gloriaban en Dios, lo que no es malo, si se hace con humildad, gratitud, fe y sometimiento a las ordenanzas del Señor, pero no era así. Les manifiesta que ellos son un pueblo que conoce la voluntad de Dios, al tener la ley para distinguir entre lo bueno y lo malo, además, se consideraban guía de ciegos y luz de los que estaban en tinieblas, instructor de los indoctos (neófitos o ignorantes), creyendo que podían dar lecciones a los paganos, pero, ni ellos cumplían y hacían lo que prohibían a los otros hacer, confirmando lo que Jesús manifestó “En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; más no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen” (Mateo 23:2-3), deshonrando con esto a Dios. No debemos olvidar que Dios y su ley (o sus palabras) son santas.
El apóstol, les manifiesta además que tienen un nombre lleno de honor, y en el capítulo 9 de esta carta da a conocer las credenciales de este pueblo “Que son los israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos, amén”, pero, todo esto produjo en ellos un orgullo espiritual que se transformó en un gran mal para ellos, y Pablo lo confronta ya en el verso 1 de este capítulo, cuando menciona a los que juzgan equivocadamente en contraste con el justo juicio de Dios (2:2). Aquí él enfrenta a estos judíos, que se gloriaban de ser judíos con un sentimiento de superioridad, o santidad frente a los demás, y además, para ello se apoyaban en la ley, lo que les daba autoridad, pues ella era una institución divina, ya que Dios la reveló al pueblo. Lo que no se daban cuenta, era que al apoyarse en la ley, los hacía más responsables ante el creador, y además, ellos se gloriaban en Dios, lo que no es malo, si se hace con humildad, gratitud, fe y sometimiento a las ordenanzas del Señor, pero no era así. Les manifiesta que ellos son un pueblo que conoce la voluntad de Dios, al tener la ley para distinguir entre lo bueno y lo malo, además, se consideraban guía de ciegos y luz de los que estaban en tinieblas, instructor de los indoctos (neófitos o ignorantes), creyendo que podían dar lecciones a los paganos, pero, ni ellos cumplían y hacían lo que prohibían a los otros hacer, confirmando lo que Jesús manifestó “En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; más no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen” (Mateo 23:2-3), deshonrando con esto a Dios. No debemos olvidar que Dios y su ley (o sus palabras) son santas.
CONCLUSIÓN:
Esta es una enseñanza para toda época, en el sentido que así como los judíos se sentían orgullosos de su origen, y de lo que Dios les había entregado en sus manos (la Ley), de la misma manera, hoy nosotros los cristianos no debemos caer en ese orgullo espiritual y menospreciar a los que no les ha alumbrado la luz de Cristo, sino que, muy por el contrario, debemos a diferencia de los judíos, a los que se refiere Pablo en este pasaje, no infringir la ley de Dios, sino por el contrario, practicar y vivir lo que predicamos o enseñamos, cumpliendo la enseñanza que dice “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañando a vosotros mismos”.