jueves, 15 de marzo de 2018

La absoluta soberanía de Dios

Lección: Romanos: 9:14-21
Texto: Salmo 115:3
Domingo 18 de marzo 2018
Introducción:
 Que fácil le es al hombre natural criticar a Dios de injusto o parcial. Pero, peor aun cuando cristianos critican a Dios, sin conocer los planes de él, desconociendo que Dios es soberano para llevar adelante su voluntad. Nos olvidamos que él es justo, misericordioso y lleno de amor, y que todo lo que hace es bueno y redunda para su santa gloria. Pablo a continuación tratará de la justicia de Dios en todo su proceder.
Desarrollo: 
V.14-16 A lo que Pablo acaba de decir en el estudio anterior, respecto de la elección que él hace soberanamente, alguien podría argüir “¿Qué pues, diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios?”. Son frases parecidas a las de 4:1; 6:1,15; 7:7 y, responde de la misma forma “¡En ninguna manera!”. Pasa ahora Pablo a fundamentar su respuesta a aquellos que dicen que hay injusticia en Dios.
Con respecto a aquellos a quienes Dios muestra un especial favor: “tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca…” (v.15-16) Pablo, señala que Dios es absolutamente soberano para escoger a aquellos que llevarán a cabo el plan y los propósitos de Dios. Si Dios no fuese libre para mostrar su misericordia, nadie sería bendecido, porque nadie merece su gracia, y esta no puede ser ganada con nada. “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”.
De esto se puede deducir que la elección que hace Dios de individuos, no depende de actitudes ni de acciones humanas, sino del propósito santo, sabio y eterno del Dios de toda misericordia, que actúa soberanamente, pero no arbitrariamente. En realidad ni el deseo del hombre por Dios ni el esfuerzo que se haga por hallarlo tiene resultado sin la previa intervención de la gracia salvífica de Dios.
V.17-18 Ahora, con respecto a los que son rechazados por Dios o dejados de lado, Pablo da el ejemplo de Faraón (Éxodo 9:16), del cual dice Dios “Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y que mi nombre sea anunciado en toda la tierra”, en otras palabras, Dios lo puso en el trono de Egipto a fin de que, mediante su actuación ya prevista por Dios, se hiciese famoso el nombre de Jehová, al sacar con mano poderosa a Israel de Egipto. En cuanto al “endurecimiento” del corazón de Faraón, al leer los capítulos 7 al 10 de Éxodo, vemos que se repite numerosas veces la frase “el corazón de Faraón se endureció “o “Faraón endureció su corazón” hasta que, tras la octava plaga (Éxodo 10:20), leemos, “Pero Jehová endureció el corazón de Faraón”.
Aquí podemos ver que no se trata de un acto directo por parte de Dios, sino que, tras la porfía y la soberbia de Faraón, Dios ejecuta su proceso judicial con entera justicia endureciendo su corazón definitivamente. “De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer endurece”. Dios escoge a quien él quiera, como fue el caso de Isaac sobre Ismael y de Jacob por sobre Esaú y endurece el corazón de aquellos que por su propia voluntad ya lo habían endurecido antes rechazando la palabra de Dios como fue el caso de Faraón.
V.19-21 Pablo, crea una nueva objeción: “¿Por qué, pues, inculpa? Porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Como si dijera “de un modo u otro Dios igual hace su voluntad y lleva adelante sus propósitos”. ¿No será injusto Dios al reprocharnos de cosas que él mismo se ha propuesto hacer en nosotros?, ¿Dónde se halla la culpabilidad del hombre? Pablo, responde con una llamada a la prudencia y al respeto a Dios, ¿Quién eres tú para que alterques con Dios? Y pone como ejemplo al alfarero, así como el alfarero, de la misma masa de arcilla, modela vasos y otros objetos para diversos usos, así también Dios es soberanamente libre en el modo de conducirse con la humanidad. Todo lo que él hace, lo hace para la gloria de su Nombre, lo hace en justicia y con propósitos santos. Si un alfarero puede hacer lo que desee con sus vasijas, ciertamente Dios puede hacerlo con las suyas.
Conclusión: 

Nosotros como creyentes y acreedores de la misericordia de Dios, debemos sumisamente aceptar los procedimientos y voluntad de Dios para con nuestras vidas y para con el mundo entero. Todo lo que Dios hace es bueno, porque él es bueno. No entremos a discutir con él o pedirle explicaciones, nuestra mente es finita y la de él es infinita. Démosle siempre a él la gloria y la alabanza.

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