Lección: Romanos 9:6-13
Texto: Gálatas 3:29
Domingo 11 de marzo 2018
Texto: Gálatas 3:29
Domingo 11 de marzo 2018
Introducción:
Tanta gente hay en el mundo que confían en ellos mismos para llegar al cielo. Nada terrenal nos asegura salvación, ni apellido, ni linaje, ni la religión, etc. Todo eso es falsa confianza. No por ser descendientes de cristianos están seguros de ser salvos. Solo Cristo salva a aquellos que ponen su fe en su Nombre y descansan en su perfecta obra realizada en la cruz.
Desarrollo:
V.6 La incredulidad parcial y provisional de Israel con respecto al Evangelio, no invalidó las promesas de Dios a los patriarcas. Cualquiera podría preguntarse al ver que Israel rechazó al mesías y el Evangelio ¿habrá fallado la palabra de Dios? Pablo responde categóricamente: “No que la palabra de Dios haya fallado”. No se puede atribuir ninguna falta de eficacia a la Palabra de Dios. Nada de lo que Dios ha dicho cae ni puede caer en tierra (Isaías 55:10-11) Pablo se refiere especialmente a las promesas de Dios hechas a los patriarcas, que para un cristiano quisquilloso podrían parecer dudosas al ver a Israel rechazar a su Mesías. Pero lo cierto es que las promesas no pueden ser más seguras.
En Génesis 12 Dios prometió a Abraham, que él sería padre de una gran nación (los judíos), que los judíos poseerían una tierra, la nación sería bendecida sobre las demás naciones, y todas las naciones serían bendecidas de Israel, “en ti serán benditas todas las naciones de la tierra”. Así que, desde el principio, Dios reveló que Israel sería su pueblo elegido en la tierra. Y estas y otras promesas fueron ratificadas a Isaac, después a Jacob y también, al rey David.
Ahora bien la dificultad que aquí se ofrece está en ver la compatibilidad del rechazo de los judíos incrédulos con la fidelidad de la promesa de Dios. Para ello Pablo se sirve de la historia, cuando fue hecha la promesa a Abraham. Obsérvese también que el texto dice: “que no todos…” los que constituyen la entidad llamada Israel, ellos son Israel. Eso significa que hay un número que pertenece a esa entidad de Israel que sí es Israel. De modo que la palabra de Dios no ha fallado, porque las promesas de Dios tienen su cumplimiento seguro en un segmento de Israel.
V.7-13 Así como Abraham tuvo dos hijos, Ismael e Isaac, no eran contados por hijos de Abraham los descendientes de Ismael, aunque eran simiente de Abraham, sino, los descendientes de Isaac, porque en Isaac fue hecha la promesa a Abraham; así también, aunque todos los del pueblo hebreo eran simiente de Abraham según la carne, no son tomados en cuenta como simiente de Abraham, sino, los que creen a la promesa de Dios en el Evangelio, así como Abraham creyó la promesa de Dios en Isaac. Solo los judíos que creen en Cristo son simiente de Abraham.
Cuando Dios les dijo a Abraham y a su descendencia que sería su Dios, no quiso decir que hubiese de serlo para toda su descendencia según la carne, sino, con ciertas limitaciones. Así como desde el principio, la promesa fue aplicada a Isaac y no a Ismael, a Jacob y no a Esaú y, con todo eso la palabra de Dios no resultó fallida, así también ahora la misma promesa se aplica a los judíos creyentes que reciben a Cristo, y, aunque quedan excluidas multitudes de judíos que rechazan a Cristo, no por eso queda sin efecto la promesa.
“Porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: no los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino los que son hijos según la promesa son contados como descendientes”.
Así como Isaac nació por promesa de Dios, es decir, de forma milagrosa, por cuanto ni Abraham ni Sara podían ya tener hijo. Así también, son hijos de Abraham, y por ende hijos de Dios, todos aquellos ya sean judíos o gentiles que han nacidos milagrosamente, es decir, nacidos de “nuevo” por la gracia de Dios, mediante la fe en Jesucristo.
Por tanto, las promesas de Dios hechas a los patriarcas, se habrán de cumplir en aquellos judíos que tengan fe en Cristo Jesús, es decir, el remanente fiel, en aquellos que Dios haya escogido soberanamente.
En Génesis 12 Dios prometió a Abraham, que él sería padre de una gran nación (los judíos), que los judíos poseerían una tierra, la nación sería bendecida sobre las demás naciones, y todas las naciones serían bendecidas de Israel, “en ti serán benditas todas las naciones de la tierra”. Así que, desde el principio, Dios reveló que Israel sería su pueblo elegido en la tierra. Y estas y otras promesas fueron ratificadas a Isaac, después a Jacob y también, al rey David.
Ahora bien la dificultad que aquí se ofrece está en ver la compatibilidad del rechazo de los judíos incrédulos con la fidelidad de la promesa de Dios. Para ello Pablo se sirve de la historia, cuando fue hecha la promesa a Abraham. Obsérvese también que el texto dice: “que no todos…” los que constituyen la entidad llamada Israel, ellos son Israel. Eso significa que hay un número que pertenece a esa entidad de Israel que sí es Israel. De modo que la palabra de Dios no ha fallado, porque las promesas de Dios tienen su cumplimiento seguro en un segmento de Israel.
V.7-13 Así como Abraham tuvo dos hijos, Ismael e Isaac, no eran contados por hijos de Abraham los descendientes de Ismael, aunque eran simiente de Abraham, sino, los descendientes de Isaac, porque en Isaac fue hecha la promesa a Abraham; así también, aunque todos los del pueblo hebreo eran simiente de Abraham según la carne, no son tomados en cuenta como simiente de Abraham, sino, los que creen a la promesa de Dios en el Evangelio, así como Abraham creyó la promesa de Dios en Isaac. Solo los judíos que creen en Cristo son simiente de Abraham.
Cuando Dios les dijo a Abraham y a su descendencia que sería su Dios, no quiso decir que hubiese de serlo para toda su descendencia según la carne, sino, con ciertas limitaciones. Así como desde el principio, la promesa fue aplicada a Isaac y no a Ismael, a Jacob y no a Esaú y, con todo eso la palabra de Dios no resultó fallida, así también ahora la misma promesa se aplica a los judíos creyentes que reciben a Cristo, y, aunque quedan excluidas multitudes de judíos que rechazan a Cristo, no por eso queda sin efecto la promesa.
“Porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: no los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino los que son hijos según la promesa son contados como descendientes”.
Así como Isaac nació por promesa de Dios, es decir, de forma milagrosa, por cuanto ni Abraham ni Sara podían ya tener hijo. Así también, son hijos de Abraham, y por ende hijos de Dios, todos aquellos ya sean judíos o gentiles que han nacidos milagrosamente, es decir, nacidos de “nuevo” por la gracia de Dios, mediante la fe en Jesucristo.
Por tanto, las promesas de Dios hechas a los patriarcas, se habrán de cumplir en aquellos judíos que tengan fe en Cristo Jesús, es decir, el remanente fiel, en aquellos que Dios haya escogido soberanamente.
Conclusión:
La Palabra y las promesas de Dios se cumplirán fielmente, pues Dios no miente, él es inmutable (Hebreos 6:18), y todo lo prometido a los patriarcas, vale decir a Abraham, Isaac, Jacob, y también a David, Dios lo cumplirá en aquellos judíos que él escogerá para salvación, y que pondrán su fe en Cristo y creerán a sus promesas. Así también, a nosotros, Dios ha cumplido y seguirá cumpliendo sus promesas que él tiene para los que por la gracia de Dios hemos sido elegidos para salvación.
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