Lección: Romanos 14:1-12
Texto: Colosenses 2:16-17
Domingo 24 de junio 2018
INTRODUCCIÓN:
La diversidad de la iglesia refleja el poder de Cristo para llevar personas bastante dispares a la unidad espiritual verdadera. No obstante, en muchos casos Satanás, trabaja en la carne no redimida del hombre, para crear división y amenazar esa unidad. Tal amenaza a la unidad que Pablo trata en este pasaje, surge cada vez que creyentes maduros (fuertes), tanto judíos como gentiles, entran en conflicto con creyentes inmaduros (débiles). Los creyentes judíos fuertes entendieron su libertad en Cristo y se dieron cuenta de que los requisitos ceremoniales de la ley ya no eran obligatorios para ellos, los gentiles entendieron que los ídolos no son dioses reales y por ende, ellos podían comer carne que hubiera sido ofrecida a ellos. En ambos casos la conciencia de los hermanos más débiles fue perturbada y ellos llegaron a sentirse tentados de violar su propia conciencia, algo muy malo que un creyente nunca debe habituarse a hacer. Pablo sabía que los judíos y gentiles maduros eran capaces de entender estas luchas y por eso dirigió sus comentarios a ellos en primera instancia.
DESARROLLO:
En el v.1 Pablo hace un llamado a “Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones”. Un cristiano débil es aquel que tiene escrúpulos sin fundamento acerca de cuestiones de importancia secundaria. En este contexto, se trataba a menudo de un judío que tenía aun recelos (escrúpulos) acerca de comer alimentos impuros o de trabajar en día sábado. Por otro lado, los de extracción gentil que habían sido criados en el paganismo con todos sus rituales, sentía que cualquier contacto con algo que lo relacionara aun de forma remota con su pasado, incluido el consumo de alimentos que hubiesen sido ofrecido a alguna deidad, lo manchaba por completo de pecado. Ambos tipos de creyentes, tenían conciencias muy sensibles en esta área, por lo tanto, como primer principio deben ser acogidos con amor, y no con la idea de involucrarlos en disputas acerca de sus excesivos escrúpulos.
“El que come no menosprecie al que come” (v.3) Como segundo principio, es que debiera haber mutua tolerancia. El cristiano maduro (el que come de todo), no ha de menospreciar a su hermano más débil (el que no come carne para no contaminarse). Tampoco, debiera el más débil “juzgar” como pecador a quien disfruta con jamón, langosta o algún tipo de pescado sin escamas, pues “Dios le ha recibido”. Es su familia, como miembro en buena posición.
“¿Tú quién eres que…? (v.4) El tercer principio es, que cada creyente es “criado” del Señor, y que no tenemos derecho de sentarnos en juicio, como si nosotros fuésemos los amos. Es delante del “propio señor” que cada uno queda aprobado o desaprobado en su servicio (para su señor está en pie, o cae), pero “poderoso es el Señor para hacerle estar en pie”. ¡Como necesitamos todos los creyentes aprender esta lección! La crítica del hermano es uno de los mayores y peores problemas en nuestras congregaciones. Lo peor de todo, que suele hacerse a espaldas del criticado.
“¿Tú quién eres que…? (v.4) El tercer principio es, que cada creyente es “criado” del Señor, y que no tenemos derecho de sentarnos en juicio, como si nosotros fuésemos los amos. Es delante del “propio señor” que cada uno queda aprobado o desaprobado en su servicio (para su señor está en pie, o cae), pero “poderoso es el Señor para hacerle estar en pie”. ¡Como necesitamos todos los creyentes aprender esta lección! La crítica del hermano es uno de los mayores y peores problemas en nuestras congregaciones. Lo peor de todo, que suele hacerse a espaldas del criticado.
“Uno hace diferencia entre día y día…” (V.5), mientras que “otro”, el fuerte (ver Colosenses 2:16), juzga iguales todos los días. Aunque ya no era algo requerido por Dios, el creyente judío se sentía en la obligación de observar el día de reposo, y otros días especiales asociados con el judaísmo (compárese con Gálatas 4:9-10; Colosenses 2:16-17). Alguien pudiese preguntar ¿y que del Domingo? ¿Acaso no es especial para nosotros? Solo un pequeño comentario. El Nuevo Testamento dice, que el primer día de la semana para el judío (Domingo para nosotros), fue el día de la resurrección (Lucas 24:1-9), durante los dos domingos siguientes, Jesús se encontró con sus discípulos (Juan 20:19, 26). El Espíritu Santo, fue dado en día de Pentecostés que fue el primer día de la semana, Pablo instruyo a los corintios que tomasen las ofrendas cada primer día de la semana (1 Corintios 16:1-2). De modo que que el día del Señor se destaca en el Nuevo Testamento de forma especial. Además, en ninguna parte del Nuevo Testamento, se les dice a los cristianos que guarden el sábado, mas también se reconoce el principio de trabajar seis días y tener uno de descanso de las faenas diarias. “Cada uno esté plenamente convencido en su mente”. Cada cristiano debe seguir los dictados de su propia conciencia en asuntos que no sean objeto de prohibiciones o mandatos directos en las Escrituras.
“El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y…El que come para el Señor come… y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios” (v.6). El creyente fuerte come lo que le place, y agradece al Señor. El hermano débil, come de acuerdo con su dieta ceremonial, y agradece al Señor que pudo hacer ese sacrificio por su causa. En ambos casos, se “da gracias a Dios”, así que, ¿Por qué debería hacerse de esto causa de contienda y conflicto?.
“Porque ninguno… vive para sí… muere para sí” (v.7). El enfoque de la vida cristiana, nunca es uno mismo, porque todo lo que hacemos, debe tener propósitos de agradar a nuestro Señor. “Pues si vivimos… y si morimos… del Señor somos” (v.8). Cuanto hagamos en la vida queda sujeto al escrutinio y aprobación de Cristo. Ponemos las cosas a prueba por como aparecen en presencia de él. Aun en la muerte, aspiramos a glorificar al Señor, al ir a estar con él. A él pertenecemos tanto en vida como en muerte.
“Porque Cristo para esto murió… para ser Señor así de los muertos como de los que viven” (v.9). Cristo murió no solo para hacernos libres del pecado, sino, para someternos como siervos a él mismo (6:22), para establecerse como Señor soberano sobre los santos que están en su presencia y los que siguen sobre la tierra (Comparar con Filipenses 2:11; 1 Timoteo 6:15; Apocalipsis 17:14; 19:16)
“Porque Cristo para esto murió… para ser Señor así de los muertos como de los que viven” (v.9). Cristo murió no solo para hacernos libres del pecado, sino, para someternos como siervos a él mismo (6:22), para establecerse como Señor soberano sobre los santos que están en su presencia y los que siguen sobre la tierra (Comparar con Filipenses 2:11; 1 Timoteo 6:15; Apocalipsis 17:14; 19:16)
“Pero tu ¿Por qué juzgas a tu hermano?…Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo” (v.10). Cada creyente rendirá cuentas de sí mismo, y el Señor juzgará las decisiones tomadas, incluidas todas las relacionadas con asuntos de conciencia. Ese veredicto es el único que importa (1 Corintios 4:1-5; 2 Corintios 5:9-10) Por lo tanto, tiene que ver con un juicio con el servicio del creyente, no con pecados y recibir recompensas y no debe confundirse con el juicio de las Naciones Gentiles (Mateo 25:31-46), ni con el Juicio del Gran Trono Blanco (Apocalipsis 20:11-15). Este último es el juicio final de todos los muertos sin Cristo. En el versículo 11, la certidumbre de nuestra comparecencia ante El tribunal (bema) de Cristo, queda reforzada por la cita de Isaías 43:23 “ante mí se doblará toda rodilla” (ver Filipenses 2:10-11). “De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de si” (v.12). Al ser Cristo el único (ver Juan 5:22, 27) que ha de juzgar a cada uno de sus siervos, no nos pertenece a nosotros juzgar a ningún hermano, ya que, en el tribunal del Señor, daremos cuenta de nuestro servicio.
CONCLUSIÓN:
Cada creyente, debe atender los dictados de su propia conciencia, puesto que ella es un mecanismo dado por Dios para darnos advertencias, de tal manera que podamos reaccionar, y sopesar nuestras palabras, para no emitir juicios sobre cosas y cuestiones secundarias, que pongan en peligro la comunión con nuestros hermanos, por quien Cristo dio su vida, para darles una salvación tan grande como a nosotros.
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