Lección: 1 Corintios 3:1-9
Texto: Hebreos 5:12
Domingo 23 de septiembre 2018
INTRODUCCIÓN: La exhortación que Pablo entrega en el Cap.1:10-11, establece que en la iglesia todos deben hablar una misma cosa, y que entre ellos, no debe haber divisiones, sino que deben estar perfectamente unidos, pues podemos manifestar que Dios es la unidad del Espíritu en el seno de la iglesia, la cual, cada integrante de ella, debe con solicitud guardar, cuidar y proteger. De la misma manera, las escrituras nos señalan que la labor del maligno es lo contrario a lo manifestado anteriormente, para lo cual usando él a personas que voluntaria o involuntariamente se prestan en sus manos, para llegar a conseguir el objetivo contrario al que busca el Espíritu Santo, que es “La destrucción del cuerpo de Cristo que es la iglesia”, cumpliéndose lo que dice el refrán popular; “ División y destrucción, hermanas gemelas son”, lo que es una gran verdad con base bíblica pues donde hay división la destrucción es inminente, por este motivo, Pablo, con prontitud toca este tema, que nuestro redentor y salvador también toca en su prédica al decir “Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer. Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer” (Marcos 3:24-25).
DESARROLLO: Uno de los principales problemas de la iglesia de Corinto era que procuraba experimentar las bendiciones de Dios, pero a la vez se negaba a apartarse de la maldad del mundo, y esto era principalmente un problema de madurez espiritual, por esto, es que el apóstol les manifiesta que no pudo hablarles como a personas espirituales; es decir, aquella persona regenerada, que tiene al Espíritu Santo en su corazón, que piensa en lo espiritual, que vive por el Espíritu de Dios y además conoce los pensamientos o voluntad de Dios, sino que, se dirigió a ellos, como hablando a carnales, que eran aquellos que conociendo el mensaje de Dios, no crecían en la gracia y actuaban como recién convertidos, que no entendían a cabalidad lo que implicaba la salvación en Cristo, y esta carnalidad se expresaba en celos, contiendas y divisiones, por lo que como a niños les dio a beber leche y no alimento sólido. A continuación, les recuerda que cada uno de quienes en diversos momentos le administraron la palabra de Dios, como él y Apolos, sólo son servidores, por medio de los cuales ellos habían creído en Cristo, y eso según lo que a cada uno le concedió el Señor, ya que es Dios, el que otorga a cada uno la tarea que debe desarrollar en el cuerpo de Cristo (1° Co 12:18).
Para aclarar aún más lo que desea que los hermanos de Corinto entiendan, el apóstol utiliza otra ilustración, relacionada con la agricultura, y en particular con la siembra, diciendo “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios, dando a entender que sólo Dios era el que había obrado en los corazones de los corintios; como es el caso de la conversión de Lidia relatada en Hechos 16:14, en que Lucas, en su relato, manifiesta que fue el Señor quien abrió el corazón de ella para que estuviese atenta, creyera y recibiera la semilla sembrada por Pablo en su predicación, por lo tanto, el que planta y el que riega son una misma cosa (servidores), aunque enfatiza que cada uno recibirá su recompensa o pago conforme a su labor, como lo señala el Salmo 62:12 “Y tuya, oh Señor, es la misericordia; porque tú pagas a cada uno conforme a su obra”.
Y termina ratificando, cuál es su papel y el de cada instrumento que Dios ocupa, de acuerdo con su voluntad y circunstancia, que no es otro que un servidor que trabaja a las órdenes de Dios, y los hermanos corintios, labranza o sembradío de Dios, edificio de Dios.
Y termina ratificando, cuál es su papel y el de cada instrumento que Dios ocupa, de acuerdo con su voluntad y circunstancia, que no es otro que un servidor que trabaja a las órdenes de Dios, y los hermanos corintios, labranza o sembradío de Dios, edificio de Dios.
CONCLUSIÓN: De acuerdo a lo que hemos conversado, llegamos a la afirmación de que hay principios básicos o fundamentales que todo creyente debe entender, en el sentido de que cada uno de nosotros debe de ir mas allá de los conocimientos y relación básicas con Dios, e ir a una profundidad y madurez espiritual para para dejar de ser carnales, y a la vez, poder enseñar a los nuevos creyentes, las verdades espirituales que deben estar arraigadas en el corazón de hombres y mujeres, que ya no necesitan de leche, sino por el contrario, ahora pueden y están en condiciones de recibir el alimento sólido, el cual es sólo para los que han alcanzado madurez, y además, tienen sus sentidos ejercitados en discernir entre el bien y el mal.
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