sábado, 1 de septiembre de 2018

Título: La Sabiduría del Espíritu


Lección: 1 Corintios 2:1-9
Texto: Santiago 3:17
Domingo 09 de septiembre 2018
INTRODUCCIÓN: 
Con certeza, el ser humano siempre ha buscado con mucho esfuerzo la sabiduría, y podemos manifestar que, a parte de la literatura sapiencial esta palabra, raras veces se refiere o tiene relación con Dios, o simplemente a la sabiduría espiritual, sino que, más bien, se refiere a destrezas o habilidades humanas que pueden o no ser dadas por Dios, y más bien generalmente se atribuyen al esfuerzo humano. Job, en el capítulo 28 de su libro discursa sobre la sabiduría, mostrando los esfuerzos del hombre por alcanzar muchas cosas a través de su esfuerzo y perseverancia en la vida, pero le interroga en el verso 12, diciendo “¿Más donde se hallará la sabiduría?”, “¿Dónde está el lugar de la inteligencia?”, realizando posterior a esta interrogante una serie de afirmaciones como: No conoce el hombre su valor, ni se halla o encuentra en la tierra de los vivientes…, afirmando en el último versículo de ese capítulo “Y dijo (Dios) al hombre: He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal la inteligencia”. Es por este motivo que el Apóstol Pablo les dice a los fieles de Corinto, que él les ha dado a conocer un tesoro del más alto valor y de la más elevada sabiduría, que nadie la puede recibir o entender, a no ser mediante del temor de Dios y el influjo del Espíritu Santo.

DESARROLLO: 
Cuando el apóstol Pablo, en el capítulo anterior, establece que debido al llamado de Dios a cada una de las personas que ahora están en este camino, nadie se puede jactarse en su presencia, y que si alguien puede gloriarse, debe hacerlo en el Señor. Pablo, pese al gran conocimiento humano que el poseía, ahora conociendo a Cristo, todas aquellas cosas, habilidades, conocimiento o sabiduría terrenal las estimaba como pérdida por la excelencia del conocimiento (sabiduría) de Cristo Jesús, mi señor… (Filipenses 3:8).
Sin lugar a dudas, Pablo, era un expositor brillante, que podía cautivar a sus oyentes con argumentos intelectuales, pero manifiesta que él cuando llegó a Corinto, a anunciar el testimonio de Dios, no fue con excelencia de palabras o de sabiduría humana, sino que, prefirió llevar el sencillo mensaje del evangelio de Jesucristo, no utilizando sus habilidades oratorias, atrayendo de esa manera la atención sobre su persona, sino, hablando con temor y temblor. Enfatizando, además, que ni sus palabras, ni su predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino muy por el contrario, con “demostración” del Espíritu y de poder, pues su predicación fue respaldada de prodigios o señales, y además, del poder transformador del Espíritu, en el corazón de los oyentes en el momento de su conversión, para que de esa manera, la fe de los convertidos, no estuviera fundada o enfocada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
La sabiduría del Espíritu, o de arriba, o no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo deja completamente obsoleta o sin valor, la sabiduría de este siglo, que es terrenal, animal y diabólica, ya que esta busca la gloria al hombre, más hoy dice Pablo; refiriéndose a los llamados, hablamos sabiduría en misterio, la sabiduría oculta, la que Dios en su soberanía predestinó entes de los siglos para nuestra gloria, podemos manifestar que la palabra “Misterio” aparece 21 veces en el nuevo testamento y en ellas siempre apunta a una verdad que se da a conocer sólo por revelación divina (Efesios 1:9; 3:9), esta sabiduría anteriormente desconocida u oculta para la humanidad no era otra que su ofrecimiento de salvación para toda la humanidad, la que se cristalizó a través de Cristo y su resurrección, asimismo, manifiesta el escritor, que si los príncipes de este siglo hubieran conocido esta sabiduría, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria, ya que los grandes y sabios rechazaron a Jesús y su evangelio, sentenciándolo a muerte, lo que ya había sido anunciado por los profetas (Isaías 53:3; Zacarías 12:10).
CONCLUSIÓN: 

A diferencia de la sabiduría de lo alto, la terrenal, produce perturbación y toda obra perversa, centrándose en la gloria y protagonismo del ser humano, pero la que es de lo alto o verdadera, se puede medir por la profundidad del carácter que muestra cada persona y por la forma en que actúa en las diferentes situaciones que enfrenta, como manifiesta la escritura por sus frutos los conoceréis (Mateo 7:17-20).

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