Lección: 1 Corintios 6:9-20
Texto: 1 Pedro 1:14-15
Texto: 1 Pedro 1:14-15
Domingo 25 de Noviembre de 2018
Introducción: Intelectualmente es complejo definir que es el cuerpo humano, pero en el ámbito religioso, las escrituras nos muestras como Dios creo al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creo, formando al hombre del polvo de la tierra y al soplar Dios en su nariz aliento de vida, fue el hombre un ser o alma viviente. A veces se usa la palabra cuerpo en la escritura para referirse al hombre como persona, en su totalidad, Pablo dice en Filipenses 1:20 “Ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte”, hablando del cuerpo como un todo y particularmente especial es el pasaje de 1 Tesalonicenses 5:23 “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”, expresando que el mismo Dios santifica todo su ser, lo separa o aparta para él por completo, y ya que hemos sido separados para Dios, debemos glorificar a Dios en nuestros cuerpo.
Desarrollo: En el Antiguo testamento, se manifiesta que el Reino de Dios, es un reino de justicia (salmo 45:6-7), Jesús también lo confirma (Mateo 6:33), Pablo declara aquí que los injustos no heredaran el Reino de Dios, entregándoles una larga lista como ejemplo, advirtiendo de esta manera a los corintios que se engañaban asimismo al pensar que el estilo de vida que lleva el cristiano es relativo, más el apóstol les manifiesta que eso eran ellos en el pasado, cuando no conocían a Dios, pero que Dios ya había realizado en ellos una obra maravillosa, primeramente habiendo sido lavados, santificados; es decir, separados o consagrados, para el servicio de Dios, ya habéis sido justificados o declarados inocentes o justos en el nombre del Señor Jesús, y todo esto por el obrar del Espíritu de Dios.
Cuando llegamos al versículo 12, debemos tener presente que, para los griegos del primer siglo, el cuerpo era secundario, sólo el alma era importante, por lo tanto, los excesos del cuerpo no afectaban al espíritu, que según ellos era el único heredero del cielo, contraponiéndose completamente al concepto de la resurrección del cuerpo. Pablo le había hablado respecto de la libertad cristiana, en lo concerniente a la observación de ciertas fechas y el consumo de ciertas comidas, interpretando equivocadamente ellos esta libertad, pero manifestándoles Pablo las siguientes expresiones: Todas las cosas me son licitas, más no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, más yo no me dejaré dominar de ninguna.
De acuerdo con las disposiciones de Dios sobre el cuerpo, lo que respecta a las viandas es algo secundario y eventual, mientras que las cosas relativas a la sexualidad alcanzan las profundidades del ser humano, afirmando el apóstol que el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, no separando lo físico de lo espiritual del ser, pues ahora el creyente es un verdadero santuario para el Señor.
EL apóstol, llama a los corintios a huir, de la fornicación, no porque este sea un pecado más grave que los demás pecados como el odio, la envidia, el orgullo u otros, ya que estos son más espirituales, lo que sucede que el pecado de fornicación se diferencia de los demás en el sentido de que el que fornica , peca contra su propio cuerpo, en cambio los otros pecados como el robo y demás tienen su término fuera del cuerpo y ahí es donde Pablo fundamenta su argumentación, puesto como manifestamos en la introducción todo el ser del hombre es miembro de Cristo, y templo del Espíritu Santo, por eso les pregunta ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?, muchos piensan que pueden hacer lo que quieran con sus cuerpos, pero eso significa realmente ser esclavos de sus propios deseos, cuando el creyente recibe a Cristo en su corazón y decide consagrar su vida a él, el Espíritu Santo viene a su vida y vive en él, por lo tanto, dejamos de ser dueños de nuestros cuerpos, porque fuimos comprados por precio (Pagado por Cristo en la cruz), y por este motivo el creyente debe glorificar a Dios en su cuerpo, y a la vez en su espíritu, los cuales cuerpo y espíritu son de Dios.
Conclusión: Como hijos de Dios, hemos sido enseñados que nuestro cuerpo es templo de Dios, y que el Espíritu Santo mora en nosotros, por ello no podemos conformarnos a los deseos, pasiones e inclinaciones que había en nosotros cuando no conocíamos a Dios, sino que por el contrario, debemos agradar a Dios en toda nuestra manera de vivir.