Lección: 1° Corintios 14:20-25
Texto: Hebreos 4:12
Texto: Hebreos 4:12
Introducción: En esta porción, el apóstol pasa a dar consejo y a regular el uso del don de lenguas y de profecía cuando la iglesia está reunida. Pablo vela por el orden del servicio y que todo lo que en él se desarrolle sea entendible a todos.
Desarrollo: V.20 En conexión con lo anteriormente dicho, exhorta con afecto a los fieles de Corintio a no ser niños en el modo de pensar, es decir, sin estar plenamente conscientes de sus actos y de sus palabras, con irresponsabilidad y liviandad, sin la seriedad y el discernimiento de las cosas santas de Dios. Es insuficiente la comprensión de ellos con respecto a la verdad bíblica y su fidelidad a ella. “sino sed niños en la malicia”, en eso es en lo que no deben crecer, que no haya maldad en sus pensamientos y en sus actuaciones, que nos quedemos como niños en cuanto a lo malo. “Pero maduros en el modo de pensar”, saber discernir con toda madurez entre lo realmente importante y lo secundario, a no ser inestables fácilmente engañados por las falsas doctrinas de otros y susceptibles a teatralidades astutas. La madurez espiritual implica el expresar “la verdad en amor” (v.15), la verdad del Evangelio como se presenta en el Nuevo Testamento.
V.21-22 En el versículo 21, Pablo cita de Isaías 28:11-12, donde se habla de los judíos que se negaban a creer al profeta, cuando les anunciaba la invasión de los asirios, gente de lengua extraña para el pueblo de Israel. Esto les sería por señal de Dios para juicio contra ellos y aun así el pueblo no creía a sus profetas ni se arrepentían. Así como el lenguaje extranjero asirio era una señal para los judíos incrédulos acerca del juicio venidero, así también las lenguas eran una “señal” (v.22) de la verdad del cristianismo y una advertencia a los que rechazan su mensaje. “Pero la profecía, no a los incrédulos, sino a los creyentes”, los creyentes no necesitan de señales extraordinarias, sino instrucción edificante, doctrina bíblica bien explicada ya que solo esto edifica y fortalece la vida espiritual del cristiano.
V.23 Si los ministros, o los demás que interviniesen en los actos del culto a Dios, hablasen un lenguaje ininteligible, y entrasen incrédulos en el local, concluirían que los asistentes están locos. ¿Qué clase de religión es la que deja de lado al sentido común y al entendimiento? ¿No aparecería entonces el cristianismo ridículo a los ojos de los paganos? En cambio, si, en lugar de hablar en lenguas, se interpreta y se expone fielmente las Escrituras, un incrédulo o un asistente inconverso, pero interesado en el Evangelio, puede quedar convicto de pecado y llegar a la conversión.
V.24-25 “Pero si todos profetizan…” Una de las señales más seguras de que el Espíritu Santo está presente y está obrando en alguna congregación es, su convencimiento de culpa en cuanto a pecado, justicia y juicio (Juan 16:8). Nada puede reemplazar a la predicación de la Palabra de Dios para la conversión de las almas, la Palabra de Dios es cual espada que penetra la conciencia y el corazón del oyente. Pablo nos dice: ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quién les predique? Sólo la Palabra de Dios expuesta en la misma lengua de los que oyen puede producir conversiones. Descubrir el pecado dentro del corazón de una persona no requiere un don especial de revelación o de “adivinación”. Basta la profecía y la verdad que encierra al ser proclamada bajo el impulso del Espíritu Santo para convencer el corazón de un pecador. “Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12)
Conclusión: Nuestra comisión es predicar la Palabra, porque “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia…”. Este mundo está cansado de discursos vanos, ilusorios, pero sin contenido espiritual que pueda alimentar al alma hambrienta del hombre. Sólo la Palabra de Dios puede otorgarle ese pan que lo satisfaga, como lo dijo Jesús, “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4).
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