Texto: 1° Juan 3:2

Desarrollo: Recordemos que hay cuerpo animal y cuerpo espiritual. Pablo, lo ilustra con la comparación entre el Primer Adán y el postrer Adán, las dos únicas cabezas de la humanidad, y apela el apóstol a las Escrituras en especial a Génesis 2:7, donde leemos “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser (alma) viviente”. Alma viviente quiere decir “dotado de vida”. Sin vitalidad o principio vital, la materia permanece inerte. Es el Creador, sin embargo, quien convierte lo inerte en algo viviente. Este habría podido seguir viviendo indefinidamente sino hubiese transgredido el mandamiento divino de no comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, por causa del pecado trajo muerte. El postrer Adán (Cristo), el “espíritu vivificante” es dador de vida, de vida eterna “Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida” (Juan 5:21; ver también Juan 6:33, 39,40; Colosenses 3:4).
Podemos decir, que como descendientes de Adán somos hechos como él, almas vivientes que habitan en cuerpos mortales, y que llevan la imagen de su padre terrenal. Pero como seguidores de Cristo, vamos a ser revestidos de cuerpos inmortales y llevaremos la imagen de Cristo nuestro Señor. (El Adán Vivificante)
En el versículo 46 dice “Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual”. Pablo desea poner en claro que, aunque Cristo ya existía antes del tiempo y antes que existiese hombre alguno, en el orden de la creación entramos primero en lo natural o animal, solamente después de eso es cuando entramos en lo espiritual, es decir, recibimos primero cuerpos naturales y luego en la resurrección recibiremos cuerpos espirituales.
En los versículos 47 al 49 Pablo hace una comparación entre ambos. El primer hombre Adán es representativo de todo lo caído, no tan solo es hecho de tierra sino que también sus valores son terrenales. El segundo Adán (Jesús), es el hombre representativo de todo lo redentor, es de los cielos. Todas sus acciones y valores reflejan los valores y acciones divinas. ¿Qué hombre procede del cielo? Seguramente el apóstol pensaba (cuando escribió esta carta) en el pasaje de Daniel 7:13 “Miraba yo en la visión de noche y he aquí con la nube del cielo uno como hijo de hombre”. Pablo ciertamente identificó a este como Jesús, el que ha de venir, habiendo cumplido la obediencia total a Dios. En el pecado todos han seguido al hombre terrenal. En la resurrección todos los creyentes llevaremos la imagen del “hombre celestial” Jesús (ver Romanos8:29; 2 Corintios 3:18).
En el v.50, el apóstol pasa al tema de la transformación que tendrá lugar en el cuerpo de los creyentes, tanto de los vivos como de los muertos, cuando el Señor vuelva. Introduce sus observaciones con la declaración de que “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios”. Carne y sangre, estas dos palabras son de uso semítico y siempre aluden a “personas vivientes”, con esta idea Pablo les dice a los corintios “hombres vivientes no pueden heredar el reino de Dios”, su cuerpo no es idóneo para el hogar celestial. También, es cierto que “la corrupción no heredara la incorrupción”. La palabra “corrupción” es en sí un eufemismo (palabra o expresión más suave o decorosa que sustituye otra considerada de mal gusto) por “cadáveres en descomposición”. El apóstol dice que estos tampoco pueden ver la incorrupción; ninguno de los 2 estados (vivos o muertos) podrán esperar la resurrección tal como están, hace falta para ello una transformación (ver Filipenses 3:20-21).
Conclusión: En Génesis 1:26 encontramos lo que Dios dijo “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree…”. La caída del Hombre en pecado distorsionó la imagen y semejanza de Dios en el hombre. En Génesis 5:3 dice: “Y Vivió Adán ciento treinta años y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set”. Ahora la descendencia de Adán ya no conservaba la imagen y semejanza de Dios, sino la imagen y semejanza de Adán. Por lo tanto la imagen y semejanza de Dios quedo distorsionada por el pecado. Cuando el pecador nace de nuevo como resultado de recibir a Cristo como Salvador, el Espíritu Santo comienza una obra maravillosa de conformar al hombre a imagen de Cristo. Cuando por fin se manifieste Cristo en su gloria, el hombre volverá a tener la imagen y semejanza de Dios como Adán antes de la caída. “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. (1 Juan 3:2)