Texto: Juan 1:17
Domingo 22 de Septiembre
Introducción: Desde tiempos antiguos, y a través de los profetas, particularmente del Profeta Jeremías, Dios estableció que venían días en los cuales haría un nuevo pacto con la casa de Israel y de Judá, el que sería diferente al que hizo con ellos cuando los sacó de Egipto, pacto que ellos invalidaron y que Pablo nos manifiesta en la lección anterior, que era un pacto de la letra, que producía muerte, en cambio, este nuevo pacto del espíritu, sería escrito en el corazón del pueblo, y produciría vida, motivo por el cual, es mayor y mucho más glorioso, pues produciría una regeneración en el corazón de los hombres.
Desarrollo: Pablo, contrasta en este pasaje la gloria de la ley, y en especial de los diez mandamientos, con la gloria del ministerio del Espíritu, la ley y los diez mandamientos que estaban grabados en tablas de piedra, Pablo no los desmerece ni le quita dignidad, porque los mandamientos, debemos recordar que fueron entregados por Dios mismo a Moisés, en el monte Sinaí, pero esta ley daba lugar a un ministerio que causaba muerte y condenación, mientras que la predicación del evangelio, o buenas nuevas, es un ministerio del espíritu, que da vida y justificación.
Sin duda alguna, la promulgación de la ley en el Sinaí, estuvo rodeada de mucha gloria, pues ni aún Aarón, siendo sumo sacerdote, pudo acercarse al monte donde Dios descendió para entregar la ley a Moisés. Pero, pregunta Pablo si esto fue así ¿cómo no será con gloria el ministerio del espíritu?, del cual Dios mismo había hablado de que establecería. Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, dice el apóstol mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación, que es el evangelio eterno. Teniendo esta confianza, dice Pablo, usamos de mucha franqueza o valentía, y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que el pueblo no pusiera la vista en aquello que había de ser abolido, pero el entendimiento de ellos se embotó, porque no comprendieron que la ley era pasajera y transitoria, hasta que se estableciera un mejor pacto, sobre mejores promesas, y ese velo que esta puesto hasta hoy, se quitará cuando se conviertan al Señor Jesucristo.
Por lo tanto, ahora mirando a cara descubierta la gloria del Señor, nos vamos santificando en la contemplación del Señor, para llegar a ser como Cristo, “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su hijo” (Romanos.8:29).
Conclusión: La gloria del nuevo pacto sin duda es mayor que el antiguo pacto, y ya ha quedado establecido, pues la ley fue entregada a través de Moisés, quien fue un siervo de Dios, designado para esa tarea, pero la gracia y la verdad, vinieron a través de Jesucristo, quien vino a resaltar la gracia, la misericordia y el perdón de Dios para el hombre arrepentido.
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