
Texto: Romanos 15:20
Domingo 26 de Enero
Introducción: En la sana convivencia humana, el hombre ha establecido una serie de reglas que ayudan a un mejor pasar. Pero ¿qué de las reglas de Dios? ¿Qué es una regla? Una regla es, un principio que se impone o se adopta para dirigir la conducta o la correcta realización de una acción o el correcto desarrollo de una actividad. Al concluir el capítulo 10, el apóstol Pablo hace mención que ellos no se gloriaran desmedidamente, sino de acuerdo a la “regla de Dios”. Veamos en que consiste esta regla.
Desarrollo: En primer lugar, no gloriarse desmedidamente en trabajos ajenos (v.15-16). Es común entre los seres humanos, tomar los méritos de otras personas y hacerlos propios. Pablo tiene claro, que no debe entrar en la obra de otro para gloriarse en lo que ya estaba preparado. Menciona que fueron los primeros con llegar hasta los Corintios con el evangelio de Cristo. Que esperan que conforme la fe de esta nueva iglesia crezca él y su equipo serán engrandecidos y que aún anunciarán el evangelio más allá de esta iglesia, sin presumir del trabajo que otros han realizado en los lugares que Dios les ha asignado a ellos. Cada uno en lo suyo.
En segundo lugar, si hay que gloriarse, gloriarse en el Señor (v.17) Jesús enseñando a sus discípulos dijo: “Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos” (Lucas 17:10) Jesús quiere enseñar, que la verdadera orientación de nuestro ministerio no es nuestra gloria, sino la gloria del Señor. Él debe ser destacado, y si hay resultados de nuestro trabajo, solo el Señor merece la gloria. Hoy por hoy, existe una especie de competencia de quién tiene la iglesia más grande, o de pelearnos por las almas que asisten a nuestras congregaciones. Pablo, claramente está estableciendo que en la regla de Dios, la Gloria es siempre del Señor, nosotros somos solamente sus instrumentos para que él se glorifique.
Conclusión: Las reglas de Dios son para nuestro bien. Procuremos destacarnos en nuestro propio trabajo y no en trabajos ajenos. Acordémonos que Pablo concluye este capítulo indicándonos que, “no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba”. La idea es que “el que se alaba, alábese por lo que el Señor ha hecho”. ¡Gloria a Dios!