miércoles, 13 de mayo de 2020

El pacto de Dios con Abraham

Lección: Gálatas 3:6-14
Texto: Romanos 4:13
Domingo 17 de Mayo

Introducción: Aquí Pablo apela a las Escrituras, para mostrar que el patriarca Abraham, dependió de la fe para justicia. Que nunca hubo otro camino de salvación, fuera de la gracia por la fe. Hasta el Antiguo Testamento enseña la justificación por la fe.

Desarrollo: V.6) “Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia”. Este hecho consta en el libro de Génesis, y que cita Pablo aquí, y también, en Romanos 4:3. Así que, según la explicación de Pablo, la fe de Abraham fue aceptada por Dios en lugar de las obras. Abraham fue declarado justo mediante la fe y no mediante las obras.
V.7) “…los que son de fe, éstos son hijos de Abraham”. Los creyentes que han puesto su fe y su confianza en Cristo Jesús, sean judíos o gentiles, son los verdaderos hijos espirituales de Abraham, porque siguen su ejemplo de fe. Contrario a la idea de los judaizantes, seguramente, que se jactaban de ser hijos de Abraham, por insistir en el cumplimiento del precepto de la circuncisión (Romanos 2:8; 3:26; 4:14; Juan 8:37).
V.8) “Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles…”. Aquí Pablo, personifica las Escrituras, atribuyéndole precisión divina, por cuanto la Escritura es la Palabra de Dios, al hablar ella, es Dios quien habla (compárese  Romanos 4:3 y Juan 7:38). La justificación de los gentiles por la fe es, por tanto, plan divino, previsto y establecido, plan que nadie debe intentar reformar, cambiar ni abolir. “Dio de antemano la buena nueva a Abraham”, anunció de antemano la buena nueva a Abraham (nuevo pacto) o predicó de antemano el evangelio a Abraham. “Diciendo: En ti serán benditas todas las naciones”. Esta promesa fue evangelio, antes de haber el evangelio. Esta bendita nueva se halla  en variada forma en Génesis 12:3 y 18:18 , como el tipo o padre de todos cuantos tienen fe. Abraham fue el primer ejemplo, y bien patente, de la justificación por la fe, el cual fue un ejemplo, de cómo Dios habría de justificar a los hombres en las edades futuras, así que, todos los que son de la fe de Abraham, son hijos espirituales de él.
V.9) “De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham”. Los verdaderos creyentes en Cristo, son benditos con el creyente Abraham: No en Abraham aquí, sino con Abraham, colocándoles en calidad de participantes de la bendición común. El Antiguo Testamento, predijo que los gentiles recibirían las bendiciones de la justificación por fe, tal como sucedió a Abraham. Esas bendiciones son derramadas sobre todo gracias a Cristo.
V.10) Aquí se usa la cita de Deuteronomio 27:26. Todos los que se apoyan en las obras de la ley; todos los que dependen o se acogen a las obras de la ley para obtener su justificación. Los judíos en general, y particularmente los fariseos, eran de las obras de la ley, como lo son los romanistas en general, y particularmente los beatos. “Están bajo de maldición”.
“Todo aquél” que se apoya en el cumplimiento de los mandamientos de la ley, sea judío o gentil, y que “no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas”, es decir, sin faltar en todos los detalles de la ley en todos sus variados asuntos, en todos sus párrafos, en todos sus preceptos, sin faltar, ya por comisión, ya por omisión, en lo más mínimo. Traspasar la ley en sólo un punto es pecado. “Porque cualquiera que hubiere guardado toda la ley y ofendiere en un punto, es hecho culpable de todos” (Santiago 2:10). Por tanto, todos los que confían en la observancia de los preceptos de la ley, cual medio de justificación, quedan justamente condenados por la misma ley, ya que no la han cumplido como se requiere, y por tanto ya “no hay hombre justo, ni aún uno”.
V.11) “Y que por la ley ningún hombre se justifica…, es evidente…”, es decir, puesto que ninguno se justifica, nadie absolutamente, ni judío, ni gentil puede ser declarado justo, es decir, sin culpa, inocente, delante de Dios a la vista de Dios, delante del tribunal de Dios, es imposible ya que el plan de Dios es que “El justo (justificado) por la fe vivirá”. El justificado por la fe o confianza en los méritos de Cristo, quien hizo posible su justificación mediante su muerte, éste vivirá; mientras que, al contrario, morirá quien procura ser justificado por las obras de la ley, rechazando la verdadera fuente de vida, que es Jesús, y el medio de conseguirla, es la fe.
V.12) “y la ley no es de fe…”, es decir, según Pablo, la fe no es la fuerza motriz de la ley, o sea la idea de que depende para ser eficaz, ni el principio sobre que descansa en sus procederes. Muy al contrario, la ley dice: “El que hiciere estas cosas vivirá por ellas”, es decir, el hombre que cumpliere los estatutos y preceptos de Moisés, vivirá en virtud de ellos. Así que la obediencia es la condición de la verdadera vida bajo la ley. Hacer y no creer, es la idea principal del sistema de la ley. Quién cumple los requisitos de la ley, vivirá en virtud de las obras que hace.
V.13) “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición…”. Literalmente nos compró desde dentro hacia fuera: desde dentro de la condenación o maldición de la ley quebrantada, que en su parte de código penal, además de multitud de penas, establece que “El alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4; 20).
“Hecho por nosotros maldición”: Tal fue la manera de llevar a cabo la redención. Esto lo explica Pablo como sigue: “Al que no conoció pecado fue hecho pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). “Hecho pecado”, natural es que también fuese hecho maldición, como está escrito: “Maldito todo el que es colgado en un madero” (Deuteronomio 21:22-23). Dejar al ejecutado colgado en el madero a la vista pública, en el caso de los grandes criminales, era un hecho que aumentaba la ignominia y vergüenza de su castigo. Cristo, por tanto, sufrió la muerte más ignominiosa del modo prescrito para los peores criminales, y fue tratado de modo, que daba a entender que la maldición de Dios descansaba sobre él. No fue permitido que su cuerpo quedara por la noche, sino que se procedió a enterrarlo. No hubo otro modo de redimirnos, ni hay otro evangelio que éste para el pecador: o quedar bajo la maldición de Dios para siempre, o ver en Cristo su sustituto, hecho maldición por él.
V.14) “para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles…”. La bendición que Dios le prometió a Abraham y a todos los creyentes es esta: la justificación mediante la fe; pero nótese bien que esta bendición, jamás llegaría a hijo alguno de la raza de Adán, si no fuera por la redención llevada a cabo por Jesús, hecho maldición por nosotros; es decir, por su muerte expiatoria en la cruz. La bendición que obtuvo Abraham por la fe en el redentor venidero, no hubo de limitarse a los descendientes de Abraham, según el plan divino, sino hacerse extensiva a los demás descendientes de Adán, a los gentiles y esto es “en Cristo Jesús”, en virtud de Cristo, por medio de Cristo, cual representante de la raza humana entera, para que “recibiésemos la promesa del Espíritu”, es decir, recibir el cumplimiento de la promesa. Recibir la promesa del Espíritu, equivale a recibir el Espíritu prometido, y este Espíritu prometido es por supuesto el Espíritu Santo, que habrían de recibir los que fueran justificado por la fe, en la obra de nuestro Señor Jesucristo ( Isaías 32:15; 44:3; 59:19-21; Ezequiel 36:26-27; 37:14; 39:29; Joel 2:28-29; Lucas 11:13; 24:49; Juan 7:37-39; 14:16,26).

Conclusión: Ha quedado muy claro la imposibilidad de justificarse por la obediencia a la ley, porque la ley requiere obediencia absoluta, constante y perfecta. Porque nadie es capaz de prestar tal obediencia, que todos los seres humanos han resultados reos, que están bajo la maldición de la ley. El plan previsto por Dios, aún antes de promulgarse la ley mosaica, es la justificación por la fe en Jesucristo, es el único modo, por haber él sido hecho pecado y, por consiguiente, maldición por nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario